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sábado, 17 de diciembre de 2011

RETORNO A BRIDESHEAD.

Título original: Brideshead Revisited.

País y año: Reino Unido 2008.

Dirección: Julian Jarrold.

Guión: Andrew Davies, Jeremy Brock, Evelyn Waugh (Novela).

Reparto: Matthew Goode, Ben Whishaw, Hayley Atwell, Emma Thompson, Michael Gambon, Patrick Malchide, Greta Seacchi, Ed Stoppard, Felicity Jones, Jonathan Cake, Joseph Beattie, Anne Madeley, Richard Tenerson, Niall Buggy.

Música: Adrian Johnston.

Fotografía: Jess Hall.

Estreno mundial: 25 Julio  2008.

Retorno a Brideshead es una historia de amor prohibido y pérdida de inocencia. Ambientada en la Inglaterra anterior a la Segunda Guerra Mundial, en un tiempo convulso en el que la aristocracia se enfrenta a la pérdida de sus privilegios, la película narra la relación de un joven de clase media, Charles Ryder, con la familia aristocrática Marchmain a lo largo de 20 años, especialmente con los hermanos Marchamain, Sebastian y Julia.

En la Universidad de Oxford Charles conoce a Sebastian, el hijo menor de la familia, carismático  pero lleno de defectos. Pronto se ve seducido por Sebastian y su mundo de riqueza, glamour y atrevida conducta. Su fascinación aumenta cuando visita Brideshead, donde conoce a la familia y se ve inmerso en un mundo totalmente distinto a la clase media de Londres. Allí conoce a Julia, la hermana de Sebastian y queda cautivado por su belleza desde el primer momento. Sebastian, mientras tanto, se ha enamorado de Charles y está decidido a no compartirle con nadie. A lo largo de un memorable verano comparten todos los placeres que les ofrece Brideshead. En un tiempo convulso, Charles será testigo del declive de la familia, mientras lleva a cabo su particular cruzada por el amor de Julia.

Una historia de tiempos pasados de juventud y de clases sociales altas, recorrida por la pasión del AMOR y la sexualidad, bajo la influencia de la religión. Tiene el aura propia de las singulares películas británicas de época.

Con una labor de fotografía impecable y cuidada puesta en escena, esta película nos conduce por idílicos parajes de la campiña inglesa donde se alza la mansión de los Marchamain o los viejos edificios y habitaciones de Oxford y en el que el protagonista Charles Ryder (Mathew Goode), un joven de clase media, con vocación de pintor caerá prendado de la extravagancia y mágica vitalidad decadente de un aristócrata estudiante llamado Sebastian Flyte (Ben Whishaw). Más tarde, Charles será introducido por Sebastian en el círculo de su familia sobre la que lady Marchmain, su madre, ejerce el peso de la religión católica, componente fundamental de esta historia y muy bien reflejado en la película, aunque pierde terreno a favor del desarrollo de la relación entre Charles y Sebastian o el romance del primero con la hermana del segundo, Julia ( Hayley Atwell).

La adaptación de la novela de Evelyn Vaugh de 1945, se convierte en este film en un clásico imperecedero con sabor a nostalgia y poso melancólico, una auténtica joya cinematográfica.



El Paradigma del símbolo.

Me interesa iniciar el comentario o reflexiones psicoanalíticas partiendo de la escena final de la película.

Desde mi punto de vista es magistral, dado que condensa y sintetiza en una sola imagen todo el contenido y trayectoria de este espléndido film.

La imagen a que hago referencia, es la vela, el cirio encendido y el protagonista frente a él, en actitud de sorpresa, perplejidad, asombro, duda, ante el poder que dicho símbolo emana. No es un reto ni una oposición, sino más bien un “acepto tu fuerza”, aunque “yo” me mantengo en mis ideas, en mis creencias.

A partir de aquí podemos tratar de analizar el significado profundo que, a mi entender, esta película trata de transmitir.

Leyendo las críticas u observaciones que sobre ella se han hecho, la sitúan como una historia de triángulo amoroso entre el protagonista y los dos hermanos, Sebastian y Julia, pertenecientes a la alta sociedad británica. Creo que el objetivo de la película, va mucho más allá de la indecisión o indefinición del personaje central en su elección del objeto amoroso. Más bien se trata de reflejar la vida interior de todos y cada uno de los personajes que en esta historia intervienen y sus creencias en una instancia superior, que constituye el motor de sus conductas, pasiones y sentimientos.

A la luz de dicha creencia, se pueden entender las actitudes y movimientos de los personajes.

Si se toma como figura central a la madre (Emma Thompson), ella es el icono y referente por el que los demás se guían.

Sebastian, el hijo, vive atrapado en el entramado de creencias represoras de la madre, en su afán posesivo de él, en su deseo de no dejarle crecer, salir de la endogamia hacia el mundo exterior. Sólo le queda huir, por la vía del alcohol, de la droga, de la homosexualidad, tratando de escapar del dominio materno. Acabará destruido cuando le falla el soporte al que ha querido agarrarse, representado en Charles. Destrucción que lo arroja a los arrabales de Marruecos en una unión homosexual en la que él, al menos, se siente necesitado.

El padre de los hermanos, también ha huido del dominio tiránico y adoctrinador de su mujer. Vive en Venecia, pero amancebado, con la culpa a sus espaldas, de quien vive en contra de las convicciones-raíces. Retornará a sus orígenes, a su mansión, pero sólo para morir y abdicar en el último momento, de su viada pecaminosa, en aras de conseguir la salvación de su alma.

Julia, como segundo personaje del triángulo amoroso, sigue un proceso aún más complejo. En un primer momento, obedece las órdenes maternas y se casa con quien dicta la madre, ya que profesa su credo. No obstante, su incipiente relación con Charles deja su huella, huella que va a resurgir, años posteriores, cuando se da el encuentro entre ellos. Y es aquí, donde yo entiendo que surge la auténtica trama, la verdadera batalla, que es el “leit motiv” de la novela de Waugh. De esta batalla queda excluido únicamente el hermano mayor, dado que en él no surge el menor atisbo de duda y asume en su totalidad el credo impuesto.

La guerra interior que se libra en Julia, por una parte entre sus deseos y sentimientos auténticos hacia Charles, que la llevan a romper su anterior relación (únicamente basada en el interés material por parte de quien se convierte en su marido, aunque para ello tenga que traicionar sus creencias) y ello con el fin de seguir por la vía de sus auténticos sentimientos, vía que, en un momento dado, queda truncada al reaparecer en su vida su padre moribundo y tocándola ser testigo de cómo éste también abjura en el último momento, de la vida que ha seguido, al margen de un credo religioso, y acata la creencia en ese Dios recriminante y censor de su vida en pecado y se arrepiente. Es en este momento en el que también ella se destruye, renuncia a la vida auténtica, se retira de Charles y le manifiesta su “no podría ser”. Y ese no poder ser, está basado en la diferencia de criterios religiosos, dado que ella cree, y él, como en otro momento de la película se declara, no cree.

Este hecho nos conduce de nuevo al principio del film, en el que Charles, que ha sido rechazado, contempla absorto la vela, la llama, la luz, la fe, en definitiva la creencia, que ha tenido más fuerza que sus sentimientos, que sus propias renuncias, que sus intentos de conseguir a Julia, en definitiva, más fuerza que su AMOR, lo ha vencido, y su actitud en esa última escena, que yo califico de genial, no es abatida, no es vengadora, no es resentida, sólo es de asombro, de perplejidad ante lo que no se ve, pero no obstante ejerce su poder, su fuerza y es mayor que la del humano, de ahí que se entienda que es la Luz Divina. Y es en esta escena en la que se hace Presente el Ausente, quien realmente rige en todo momento la vida y el destino de los personajes.

Cabría preguntarse, por último, ¿qué significado puede tener la expresión inicial de Charles cuando textualmente dice: “de lo que no he podido librarme nunca es de la culpa”. ¿De qué culpa está hablando?, ¿por qué se siente culpable?, ¿de qué se siente culpable?. La pregunta queda flotando y así la dejamos, a expensas de que el lector-espectador trate de llegar a su propia conclusión.

Concluyendo podríamos recordar a Pirandello y su obra “Seis personajes en busca de autor”.

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